jueves, 30 de agosto de 2012

Mañana trabajo.

Mañana trabajo. Mañana me toca pasar consulta de medicina general en un hospital al sur del estado Aragua.

Mañana me toca ver diez pacientes embarazadas, de las cuales nueve son menores de 18 años. De estas nueve, habrá siete controlando su segundo embarazo.

Mañana me toca ver a cuatro adultos mayores que toman una pastilla porque se la dieron los médicos cubanos, sin saber su nombre, ni para qué sirve, porque los médicos cubanos no les dijeron (y ellos tampoco preguntaron).

Mañana me toca ver por lo menos un paciente que me mostrará un récipe con errores ortográficos y con unas indicaciones incompletas, escritas por algún “médico” integral comunitario o por un médico cubano… no lo sabré, porque el récipe no tendrá sello.

Mañana me toca ver seis pacientes que no han mejorado desde la última consulta, porque no pudieron cumplir el tratamiento que les mandé. La razón (dicha por ellos mismos): no tienen dinero para comprarlo o no lo hay en las farmacias.

Mañana me toca ver ocho niños con parásitos y problemas respiratorios recurrentes.

Mañana me toca ver a cinco pacientes que no me darán los buenos días al llegar, ni las gracias al salir. Sus edades estarán comprendidas entre los 17 y 30 años, y ninguno contará con título de bachiller, ni técnico medio; mucho menos un título universitario.

Mañana me toca ver por lo menos una paciente con seis hijos de seis padres diferentes… sin trabajo  y viviendo en una casa hecha de láminas de zinc.

Mañana me toca ver a dos pacientes que llegaron tarde a la consulta porque no había transporte o la vía estaba en malas condiciones (posterior a las lluvias). Me rogarán que los atienda fuera del horario ese mismo día, porque no tienen dinero para volver a tomar el transporte y venir en otro momento.

Mañana me toca ver a una embarazada de 13 años que abandonó los estudios de la misma forma en que el novio la abandonó a ella.

Mañana me toca ver a cuatro pacientes desempleados.

Mañana probablemente trabajaré con luz por la planta eléctrica del hospital (siempre y cuando no falle)… Mientras el resto del pueblo no tiene luz.

Mañana tal vez no haya agua para lavarme las manos después de realizarle el examen ginecológico a una paciente con infección vaginal.

Mañana me iré a la residencia inmediatamente después de terminar la consulta, porque la última vez que caminé por el pueblo, a escasas dos cuadras del hospital en pleno mediodía me atracaron.

Todo lo descrito anteriormente representa un día típico, promediado entre las 40 consultas que he hecho en estos 10 meses de médico rural. La gente podría decirme que no sea utópica o idealista, que en cualquier lugar del mundo existen estas “imperfecciones” o “detallitos”…

Pues bien… PRIMERO: no considero que estos sean “detallitos”. Son cosas BÁSICAS de las cuales carecemos. SEGUNDO: no niego que en otros países la situación sea igual o peor, pero, ¿por qué nos engañan? ¿Por qué hay quienes afirman que TODO ESTÁ BIEN Y FUNCIONA PERFECTAMENTE? Porque ése es el mensaje que me llega tanto del gobierno como de sus simpatizantes… NO SE QUEJAN DE NADA, SOLO SE ENFOCAN EN CELEBRAR LOS “LOGROS”...

Y yo me pregunto… ¿cuáles logros? Porque si de verdad fueran tan EVIDENTES, DEFINITIVOS Y CONTUNDENTES, yo no tendría necesidad de investigar para comprobar su existencia… y por otro lado, ¿de qué sirven esos “logros” si la salud del pueblo sigue en deterioro? Es cierto que parte de la responsabilidad recae en el gobierno, pero otra parte muy importante recae en la población. Pero si analizamos, ese fallo de la población tiene su origen en la falta de educación… ¿y de dónde se origina la falta de educación? ¡Aquí también es responsable el gobierno!

Abran los ojos... Si el gobierno actual en 14 años no ha siquiera empezado a mejorar la salud de las personas, ¿cómo podemos estar tan seguros de que lo hará en 6 años?

NO MÁS PRÓRROGA. Denle la oportunidad a otro.